Encontrar una escuela superior: Difícil para los inmigrantes

This article was originally published in The Notebook. In August 2020, The Notebook became Chalkbeat Philadelphia.

En enero de 2013, Aron y Mussie Tesfay acababan de llegar a Filadelfia de un campamento para refugiados en Uganda. Necesitaban encontrar una escuela, pero ni ellos ni sus papás sabían qué hacer.

Los gemelos de 17 años llegaron a una ciudad donde casi no hay ayuda disponible para encontrar dónde matricularse, y donde las barreras culturales y de idioma hacen el proceso aún más difícil. Esto es especialmente cierto para los estudiantes de más edad que necesitan conseguir una escuela superior.

“El proceso no es centralizado”, dijo Neeta Patel, quien por mucho tiempo ha abogado por la ayuda a inmigrantes y es miembro de la junta de Asian Americans United. Ella dijo que pocos estudiantes de ESL y refugiados entran a las escuelas chárter: “Los estudiantes llegan en diferentes momentos del año y se les pasan las fechas límite, y además tampoco hay nadie pendiente del proceso de admisiones de esas escuelas”.

Según el censo, en los últimos años ha aumentado la cantidad de inmigrantes que se están mudando a Filadelfia. Ahora, ellos representan 12 por ciento de la población de la ciudad. Este flujo de inmigrantes, que incluye muchas familias del sureste de Asia y de África, incluye niños de edad escolar que llegan hablando otro idioma y con diferencias culturales que el ya agobiado Distrito tiene que enfrentar.

Para los inmigrantes, el proceso para encontrar una escuela es intimidante.

La vida en un campo de refugiados

La mamá de Aron y Mussie es de Eritrea, y el papá es de Etiopía. Debido a problemas políticos, la familia se vio obli-gada a mudarse a Uganda a un campo de refugiados cuando los niños tenían nueve años. Sus idiomas nativos eran tigriña y amhárico.

En Uganda primero asistieron a una escuela con internado, pero se les hizo difícil.

“Éramos los únicos etíopes allí, no era fácil cooperar con los demás y sufrimos mucha burla y acoso”, recuerda Aron.

Los gemelos cambiaron de escuelas dos veces, primero a una escuela con pocos fondos y escasos recursos a cinco millas del campamento (y a la que caminaban todos los días), y luego a una escuela distinta en un pueblo vecino.

A los diecisiete años, la familia se mudó a Filadelfia y los niños enfrentaron otra transición.

Y ellos son de los que han tenido suerte.

La familia trabajó con el Programa de Refugiados del Departamento de Estado de EE.UU, que los asignó al azar a la Sociedad de Ayuda a Inmigrantes Hebreos (Hebrew Immigrant Aid Society, HIAS).

Con la ayuda de la HIAS (una organización sin fines de lucro que trabaja con inmigrantes para ayudarles a encontrar donde establecerse) se matricularon en la Escuela Superior del Sur de Filadelfia. La HIAS ayuda a los estudiantes a encontrar escuela, les llena los formularios necesarios para matricularse y está pendiente de su progreso.

El personal de la HIAS acompañó a los gemelos a las oficinas del Distrito. Allí, ellos (que habían estudiado inglés desde que llegaron a Uganda) pasaron el examen de idioma y cumplieron con los requisitos de vacunas y de identificación. La HIAS también acompañó a los gemelos a la escuela superior y habló con los funcionarios escolares.

Sin la ayuda de la HIAS, dijo Mussie, “No creo que hubiese sido fácil matricularnos en la escuela”.

El proceso de matrícula es complicado, ya que les pide muchos documentos a las familias, toma tiempo y requiere paciencia. Patel también fue parte del personal de la HIAS y ayudó a coordinar servicios de matrícula y educación para agencias de Filadelfia. Ella dijo que históricamente el proceso ha estado lleno de dificultad.

“La matrícula el año pasado fue una pesadilla”, dijo ella. “Había que esperar dos y hasta tres horas, aunque tuvieras una cita. … Los padres se desesperan, y encima de eso está el papeleo: el certificado de vacunas, los papeles de residencia, los documentos de tutoría legal. … La lista es interminable”.

Y después de matricular al estudiante, a menudo había falta de comunicación entre el Distrito y la escuela, dijo ella. Los estudiantes recibían una carta del Distrito con el nombre de la escuela, pero a veces eso no era suficiente para asegurar una matrícula sin contratiempos.

“Aunque se tuviera la carta, la escuela no la reconocía y ellos no quedaban matriculados [en las clases], no tenían salón de clases y la maestra no los estaba esperando”, dijo Patel. “Ya es pesadilla sufi-ciente ir a una escuela nueva y encima, no tienes una maestra que te prepare, que te asigne a un compañero que te ayude”.

Patel dijo que los refugiados tienen derecho a recibir servicios por tres meses, pero que en la ciudad únicamente hay tres agencias de ayuda auspiciadas el estado, entre ellas la HIAS. Otras agencias de servicios sociales bata-llan para conseguir los recursos que necesitan para ayudar a cumplir las diversas necesidades de quienes llegan de todo el mundo, dijo ella.

Los inmigrantes que no son refugiados tienen derecho a algunos servicios, como educación gratuita, pero no necesariamente a que los ayuden a matricularse.

“Estamos conectados con un grupo pequeño de estudiantes – y la mayoría de las familias inmigrantes no tienen acceso [a nuestros recursos]”, dijo J.T. Kendall, trabajador social de la HIAS que se encargó del caso de los gemelos y los ayudó.

Esa situación solo ha empeorado debido a la crisis financiera del Distrito, ya que la disponibilidad de los consejeros escolares – que pueden ser un apoyo adicional para los estudiantes inmigrantes – no es estable.

Kendall recomienda que las familias busquen servicios fuera de la escuela.

“Los estudiantes y sus padres necesitan buscar programas – como Upward Bound o clubes en bibliotecas públicas – pero no siempre lo saben”.

Comienzo de la escuela

Cuando Aron y Mussie empezaron su undécimo año en la Escuela Superior del Sur de Filadelfia, fue muy distinto a lo que esperaban.

Aron dijo que había escuchado que la educación en Estados Unidos podía ser mucho mejor que la que él había recibido antes, pero que eso dependía de la escuela.

Ellos encontraron que la escuela era un reto – pero no uno académico.

“Había muchos problemas con la calidad de enseñanza y también con los estudiantes”, dijo Aron. “Algunos eran sumamente irrespetuosos con los maestros. Otros no querían aprender, y nosotros sí queríamos”.

Ellos dicen que se sintieron víctimas de estereotipos por parte del personal escolar.

“Yo personalmente sentí que juzgaban nuestra capacidad simplemente por ser de otro país. Sentimos que nos subestimaban”, recuerda Aron. Muchas de las clases eran repeticiones del currículo que ya habían completado en Uganda.

Esto es un problema común entre los inmigrantes, según Kendall. Algunos, como los gemelos Tesfay, llegan a este país bien educados, con buenas destrezas de inglés y más adelantados que sus contrapartes estadounidenses en algunas materias. Otros, sin embargo, son prácticamente analfabetas en su idioma natal y hablan poco o nada de inglés.

El Distrito Escolar, sin embargo, no siempre los distingue. Esta situación a menudo se complica con la edad y las regulaciones existentes. Por ejemplo,
existe la posibilidad de que un inmigrante de 18 años sea asignado al 9no grado. O, como los estudiantes no cualifican para educación pública después de los 21 años, algunos estudiantes son asignados a clases para las cuales podrían no estar preparados simplemente porque la escuela quiere que se gradúen antes de cumplir 22.

La importancia del idioma

Aunque el inglés de los gemelos es excelente, está muy claro que no es su primer idioma. Aron notó que cuando hace llamadas telefónicas tiene que repetir cada oración.

Sin hablar inglés, aclimatarse a un ambiente escolar nuevo puede ser aterrador para los estudiantes y sus familias. Kendall dijo que la mayoría de las familias con que trabaja “casi no hablan inglés”.

Aunque la HIAS puede coordinar la asignación de escuela, una vez el semestre comienza la familia todavía necesita ayuda para superar barreras culturales y de idioma.

“En otros países, los maestros [tienen autoridad pero] aquí hay que preguntarles a los maestros qué hacer después de la escuela, y hacerle preguntas a la secretaria para asegurar que tu hijo está en el lugar correcto”, notó Kendall. Pero esto no es algo que comúnmente sepan las familias.

Por lo tanto, Kendall y su equipo también trabajan con las familias para asegurar que se integren a la comunidad, ya sea ayudándoles a conseguir clases de GED y de ESOL para los padres – como Kendall hizo para la mamá de Aron y Mussie – o simplemente mostrándoles los recursos disponibles.

“Yo siempre me aseguro de que pidan un intérprete por teléfono. A veces los padres sienten temor porque las secretarias no hablan su idioma, pero tener un intérprete es uno de sus derechos”.

Próximo paso: universidad

Aron y Mussie ahora son seniors en la Academia en Palumbo, una escuela de admisión selectiva. La HIAS fue instrumental en su proceso de transferencia, asegurando que a los gemelos les contaran los créditos académicos de Uganda y los de su semestre en la Escuela Superior del Sur de Filadelfia. Ahora que el laberinto burocrático es cosa del pasado, ellos se están enfocando en sus solicitudes para universidad.

Aron está interesado en el campo de la medicina, y Mussie en ingeniería. La universidad presenta otro cambio, otra transición. Pero ellos están listos.

“Estoy entusiasmado y nervioso, pero me alegra completar la escuela y asistir a la universidad”, dijo Aron. “Pero también sé que no va ser fácil”.

Nota aclaratoria: Desde marzo, Neeta Patel ha sido Directora Asociada de Operaciones del Notebook, un puesto no relacionado con su labor en otras organizaciones que abogan por los derechos de los inmigrantes.