¿Se fue porque quiso? No, lo forzaron

Ser forzado fuera de la escuela es un problema de derechos humanos, y activistas jóvenes de la ciudad están tratando de resolverlo.

This article was originally published in The Notebook. In August 2020, The Notebook became Chalkbeat Philadelphia.

Como muchos estudiantes de 9no grado, Tiffany Burgos estaba entusiasmada al entrar a la Escuela Superior Kensington de Comercio, Finanzas y Empresarial. Esperaba con gusto sus clases, apreciaba la oportunidad de estu­diar materias nuevas, y quería comenzar el proceso de preparación para la universidad.

Pero no pasó mucho tiempo para que Burgos se desinteresara. El currí­culo le parecía redundante; dice que era como repetir la escuela intermedia. Aparte de eso, se convirtió en víctima de la incesante intimidación de otra estudiante.

Se quejó de la intimidación con el principal, pero éste no hizo nada, dijo Burgos. En décimo grado, cuando peleó con la estudiante que la atormentaba, terminó en el sistema de disciplina del Distrito sin poder regresar a Kensington pero tampoco asignada a otra escuela debido a retrasos constantes en el proceso.

Técnicamente, Burgos abandonó la escuela. Pero, ¿no habrá sido realmente “forzada” a hacerlo?

Nacionalmente está surgiendo un movimiento para reconsiderar el pro­blema de abandono escolar como la negación de derechos humanos básicos a millones de jóvenes, principalmente a las minorías de color en escuelas urbanas que apenas gradúan la mitad de su estudiantado. Una campaña llamada Dignity in Schools (Dignidad en las escue­las) que hasta la fecha incluye 200 organizaciones, se basa en la idea que “a demasiados estudiantes se les están negando oportunidades educativas” y “están siendo forzados a abandonar la escuela debido a ambientes degradantes y políticas disciplinarias severas que menoscaban su aprendizaje”.

YUC organiza

La incidencia oficial de abandono escolar en el Distrito todavía está a más o menos 40 por ciento, y los estudiantes como Burgos están buscando reclasificarse como “forzados a abandonar la escuela”. El grupo local de Youth United for Change, YUC creó el año pasado un capítulo específico para esta población estudiantil, y Burgos es ahora uno de sus 110 miembros.

La campaña Dignity in Schools, que está circulando una resolución nacional y tratando de influenciar al Congreso mientras trabaja para reautorizar la Ley de Educación Elemental y Secundaria, define como pushout a un estudiante que se siente forzado a abandonar la escue­la no sólo debido a disciplina severa, sino por maestros y personal que no lo apoyan, demasiados estudiantes en la escuela, falta de seguridad, currí­culos rígidos basados en exámenes, recursos inadecuados y falta de servicios de apoyo al estudiante.

Los factores académicos son también enormes. “Cada vez más se ha notado un vínculo entre los exámenes de aptitud y los estudiantes que se ven forzados a dejar la escuela”, dijo Liz Sullivan, directora del programa de educación de la NESRI (National Economic & Social Rights Initiative, Iniciativa Nacional de Derechos Económicos y Sociales).

Según el informe 2010 de Advancement Project titulado Test, Punish, and Push Out: How “Zero Tolerance” and High Stakes Testing Funnel Youth Into the School-To-Prison Pipeline, (Exámenes, castigos y abandono escolar forzado: Cómo la “Cero tolerancia” y los exámenes de aptitud ponen a los estu­diantes en la ruta de la escuela a la prisión) el aumento en el uso de exámenes estandarizados y las consecuencias atadas a éstos ha impactado muchísimo el problema de los estu­diantes que se ven forzados a abandonar la escuela. Pensilvania no tiene un examen de salida, pero está preparándose para implementar una serie de exámenes de materias específicas que los estudiantes deberán pasar para poder graduarse.

Los estudiantes que están avergonzados y desmotivados por no desempeñarse bien en la escuela a menudo se portan mal hasta que los problemas de conducta resultan en suspensión, expulsión o el traslado a una escuela alternativa. Según el informe, esos estudiantes tienen más probabilidad de meterse en problemas adicionales y desubicarse académicamente, y finalmente se sienten forzados a dejar la escuela.

“Es un problema complicado y creo que lo estamos tratando de atacar por dos puntos diferentes” dijo Rebecca Reumann-Moore, asociada de investigación en Research for Action.

“Definitivamente existen pro­blemas sociales que afectan la escuela, son relevantes y necesitan resolverse. Pero además tenemos que trabajar con la transición de escuela intermedia a superior, cuando muchos de los niños están perdidos o empiezan a perder interés y se desmotivan”, dijo ella.

Los miembros del capítulo de YUC para pushouts incluyen estudiantes que están asistiendo a escuelas alternativas, aceleradas y de disciplina, programas de GED y programas de reintegración para jóvenes que han estado encarcelados. Algunos no están conectados con ningún programa escolar.

En colaboración con la RFA, la YUC está conduciendo un proyecto de investigación para determinar cómo resolver el problema. Los miembros de la YUC dicen que el proyecto fue inspirado por otra investigación conducida por VOYCE (Voices of Youth in Chicago Education), una coalición de grupos de jóvenes en la ciudad de Chicago.

Ellos harán una encuesta entre los jóvenes que no están asistiendo a la escuela, los entrevistarán y convocarán grupos de enfoque para recopilar datos sobre las causas de esta crisis. Después, la YUC creará un informe y se lo distribuirá al Distrito y a grupos de la comunidad preocupados con la crisis de abandono escolar.

Branden Williams, de 18 años, miembro de la YUC y estu­diante en una escuela alternativa nueva llamada El Centro de Estudiantes, dijo que se sintió forzado a irse de dos escuelas superiores antes de terminar en el programa alternativo.

“En Tomás Edison a los maestros no les importaba, cada vez que quería hacer preguntas no me hacían caso, así que … me fui a Overbrook en 10mo grado”.

En Overbrook, dijo, fue obligado a estar de pie en un salón por horas como castigo por llegar tarde. Su mamá lo matriculó en la Escuela Chárter Freire, pero para ese entonces ya estaba “hastiado” y quería ganar dinero, por lo que dejó de asistir.

Aunque este tipo de situaciones en que un estudiante se siente forzado a dejar de ir a la escuela ocurren con más frecuencia en la escuela superior, de acuerdo con la campaña Dignity in Schools pue­den empezar tan temprano como en Kinder y afectan de manera desproporcionada a estu­diantes de color, de bajos ingresos, los que están aprendiendo inglés, incapacitados y otros tipos de estudiantes desmotivados.

Ebony Baylis, de 20 años y que obtuvo su GED el mes pasado en el centro E3 de Olney (uno de los cinco centros de Educación, Empleo y Capacitación de la ciudad), dijo que ella empezó a sentirse forzada a abandonar la escuela mientras estaba en la Escuela Elemental Lowell.

Como Burgos, Baylis fue víctima de intimidación. Cuando se acercó a la maestra para hablar del problema, dice ella que le negaron apoyo.

“Después de haber sido rechazada tantas veces empecé a portarme mal y a manejarlo a mi propia manera para así sentirme más protegida en el salón”, dijo ella.

Baylis fue suspendida por pelear. Se metió en más problemas con el paso de los años, cuando tuvo situaciones similares y las manejó a su propia manera después de pedir ayuda y no recibirla. Llegó a ser expulsada de una escuela y finalmente dejó de asistir por dos años antes de matricularse en el Centro E3 de Olney-Logan.

“Las situaciones que seguían ocurri­endo lograron que cada vez sintiera menos deseos de estar en la escuela”, dijo.

Un llamado a la acción

Burgos, Williams y Baylis decidieron reconectarse a la escuela porque se dieron cuenta de que sus oportunidades serían sumamente limitadas sin tener un diploma de escuela superior.

“Estaba buscándomelas como podía, pero no iba a ganar dinero porque ningún trabajo me iba a contratar”, dijo Williams.

Burgos, que ahora tiene cinco meses de embarazo y también es estudiante en El Centro de Estudiantes, dijo que quería ser un ejemplo positivo para su bebé y también para su hermanito. Y Baylis quiere tener la opción de contar con una carrera, no un simple trabajo.

En YUC, están participando en el proyecto de investigación y asisten a reuniones semanales para hablar de la labor del capítulo.

Igual que la YUC, la Philadelphia Student Union (PSU) está también haciendo campaña para prevenir el abandono escolar (ya sea voluntario o forzado), y ha creado un CD con tres canciones – y apropriadamente titulado “Pushed Out” (forzado a irse) – y tres cortas obras teatrales de motivación.

Candace Carter de la PSU, una de las cantantes del CD, dijo que usar música para difundir el mensaje era una opción natural porque “sabemos que los estudianes escuchan música y queríamos comunicarles que aunque está ocurri­endo por todos lados siempre hay una manera de detenerlo…. Sólo es cuestión de trabajar juntos para lograrlo”.

El CD, que cuesta $5, ha sido escuchado en las estaciones de radio locales y distribuido en las escuelas, reuniones del capítulo de la PSU y durante noches de micrófono abierto. La PSU también ha desarrollado un currículo junto con el CD que le están distribuyendo a los maestros.

También se ha usado como la música en los videos sobre el tema creados por la campaña de Dignity in Schools (DSC).

Desde al año pasado, más de 200 grupos de 40 estados han firmado la resolución de la DSC, la cual no sólo define el problema sino que sugiere estra­tegias positivas para solucionar la epidemia.

Harold Jordan, organizador comunitario de la American Civil Liberties Union (ACLU) la cual es una de las organizaciones principales de la DSC, dijo que se espera tener un día nacional de acción sobre el problema de los pushouts en el que personas de todo el país comunicarán el mensaje frente a consejos municipales, juntas escolares y otros grupos.

“Tenemos que reconocer que este problema en el que muchos estudiantes se están sintiendo forzados a abandonar la escuela es algo que afecta negativamente el futuro de esos niños, sus comunidades y la sociedad en general”, dijo.